OCHO MUJERES QUE DEDICAN SUS VIDAS AL CAMPO RECIBEN UN HOMENAJE | EL AYUNTAMIENTO Y LA RED VASCA DE SEMILLAS COLABORAN EN UN DOCUMENTAL SOBRE SUS TRAYECTORIAS EN EL MUNICIPIO
Las mayores se desplazaban en burro al mercado de Balmaseda. Otras aún despliegan sus puestos en los de la villa, Sodupe y Zalla o en la feria de Gangas para vender los productos de la huerta que han cuidado con tantas horas de esfuerzo y sacrificio, pero también con amor a la herencia recibida de sus antepasados con el compromiso de legarla a las nuevas generaciones. Un trabajo a veces no suficientemente reconocido. El municipio de Zalla las ha resarcido con la presentación de un documental que pone en valor las trayectorias de Ana María Blanco, Ana Mari Llaguno, Adelia Castañón, Pilar Ballano, Alicia Txabarri, Estíbaliz Larrucea y Loli García.
Enmarcado en los actos de conmemoración del Día de la Mujer Rural, durante el acto organizado por el Ayuntamiento se entregó un reconocimiento a las seis agricultoras que asistieron de las ocho filmadas para la cámara de la Red Vasca de Semillas, que está realizando una investigación para recuperar cultivos tradicionales pensando en su posible repoblación.
A sus 88 años, Ana María Blanco se define como una «labradora» incombustible que hasta hace cuatro años visitaba con regularidad la huerta. En 1955 «me casé con mi marido Eugenio, otro labrador» y enseguida se implicó a ayudar a sus suegros «rastreando, cavando surcos o trabajando con los bueyes». «Nos hemos apañado bien, pero nadie nos ayudaba, nadie nos protegía» y las mujeres en particular se han sentido «muy poco favorecidas» porque su cometido estaba invisibilizado. En la feria de Gangas de 2015 Ana María reivindicó a otras vecinas como ella al recoger el premio a productora local del año.
Muy cerca de ella vive Pilar Ballano, apodada La Andaluza porque «en 1958 me mudé a Zalla desde San José de La Rinconada, Sevilla». Cultivaba repollo, berza para ganado, lechuga, coliflor, cebolla, pimiento o puerro» que despachaba en Balmaseda transportando el género «en una carretilla que subía al tren». La clientela se acerca a Zalla «a buscar nuestros productos porque saben que son buenos, de confianza, de quienes guardan religiosamente sus lunas» de acuerdo a rituales para trabajar la tierra aprendidos de sus antepasados. Cuando desaparezca la actual generación, el relevo se presenta como una incógnita. Pilar cree que «la huerta como negocio no resulta rentable hoy día para la juventud y prefieren dedicarse a otras cosas».
En su familia no atravesaron ese dilema, ya que Loli García, la nuera de Pilar, continúa su estela y también ha sido reconocida. «Gente de todos los pueblos de alrededor viene a comprar plantas, una cantidad que no nos podemos ni imaginar…», asegura. Ella las vende en dos mercados semanales de Enkarterri.
A su lado, los miércoles en el de Zalla suele instalarse Mercedes Vivanco. Nacida en Güeñes, «a los 24 años me trasladé al caserío al casarme y, como se trabajaba la huerta, me sumé». «Venían a comprar cientos de plantas de cebolla de Santander»; aunque los tiempos han cambiado: «un día contamos en el mercado veinte productoras de la zona y en Zalla quedamos tres». Entre ellas está Estíbaliz Larrucea. Trabajó «en el economato de la Papelera y hostelería» hasta que tomó las riendas del campo «disfrutándolo» consciente de la «dureza» de su rutina.
CEBOLLA MORADA
Alicia Chávarri exterioriza su «entusiasmo» en sus tres décadas al pie del cañón. «Ha de gustarte y que salga de uno mismo», asume otra de las galardonadas con el reconocimiento a productora local en Gangas Eguna en 2019. Le encanta «mimar la huerta y comprobar cómo germina con nuestras semillas». Es una de las artífices del resurgimiento de la cebolla morada junto con Ana María Llaguno, productora del año 2017, quien pone en valor que este manjar «integra el movimiento Slow Food y está reconocido por los cocineros». Un Zalla sin agricultura «me parecería de lo más triste, porque la percibo como una salida y una forma de vida».
Adelia Castañón completa el círculo, de la tierra a la mesa del restaurante Aretxaga de Zalla, que regenta con su marido. Apuestan por la producción ecológica de «mora, arándano, frambuesa o grosella» recuperando «semillas de sus abuelos» que otras personas conservan para impulsar el «gran potencial» que encierra el municipio en la agricultura que tanta «felicidad» reporta a la familia.
«Soy una labradora y me casé con un labrador; tengo 88 años y hasta los 84 me mantuve trabajando en la huerta»
ANA MARÍA BLANCO
Agricultora
«Iba a vender a Balmaseda con una carretilla en el tren, hoy la juventud prefiere dedicarse a otras cosas»
PILAR BALLANO
Agricultora
«Una cantidad de gente que no podemos imaginar viene a Zalla a por nuestros productos»
LOLI GARCÍA
Agricultora
«Un día contamos veinte productoras de la zona en el mercado, ahora solo quedamos tres del pueblo»
MERCEDES VIVANCO
Agricultora
«Tras pasar por el economato de la Papelera y hostelería disfruto del campo, aunque es duro»
ESTÍBALIZ LARRUCEA
Agricultora
«Ha de partir de uno mismo y gustarte meterse en este mundo, a mí me encanta mimar la tierra»
ALICIA CHÁVARRI
Agricultora
«Un Zalla sin agricultura me parecería de lo más triste porque la percibo como una salida y una forma de vida»
ANA MARÍA LLAGUNO
Agricultora
«Apostamos por la producción ecológica y estamos recuperando semillas de los abuelos de mi marido»
ADELIA CASTAÑÓN
Agricultora